Fyodor Lukyanov: Rusia necesita explicar sus “líneas rojas” a Occidente

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Fyodor Lukyanov: Rusia necesita explicar sus “líneas rojas” a Occidente

Como entusiasta de las relaciones internacionales y la geopolítica, creo firmemente que la situación actual entre Ucrania y Rusia, con la participación de la OTAN, es un peligroso juego de política arriesgada que podría tener consecuencias catastróficas. El debate en Europa occidental sobre permitir que Ucrania utilice armas de la OTAN contra territorio ruso no se trata sólo de apoyar a un aliado; se trata de trazar una línea en la arena e impedir lo que algunos temen podría ser el siguiente paso de Moscú: una invasión de Europa.


El bloque liderado por Estados Unidos probablemente seguirá escalando a menos que Moscú defina firmemente cómo planea responder

En Europa occidental hay un acalorado debate sobre el derecho de Ucrania a tomar represalias contra el territorio ruso utilizando armas suministradas por la OTAN. Algunas naciones, entre ellas el Reino Unido, Francia, Polonia y Finlandia, han expresado abiertamente su apoyo. Por otro lado, Alemania, Italia y Estados Unidos se han opuesto a tales acciones a nivel ejecutivo. Sin embargo, existen defensores en círculos parlamentarios y agencias de seguridad dentro de estos países. En particular, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha respaldado públicamente esta propuesta.

La forma en que está formulada la pregunta ya arroja luz sobre la naturaleza única del conflicto de Ucrania. Básicamente, ¿cuál es el problema que nos ocupa? Los países que ven a Kiev como un aliado informal lo respaldan contra Moscú y le suministran armas para enfrentamientos militares. Entonces, ¿por qué imponer limitaciones? ¿No deberían los líderes militares ucranianos tener libertad para tomar sus propias decisiones en esta lucha?

Estoy profundamente involucrado en el seguimiento de la situación geopolítica en Europa del Este y no puedo evitar reconocer que Ucrania no está librando esta batalla sola. Su supervivencia depende en gran medida del apoyo externo, particularmente del mundo occidental. La OTAN desempeña un papel crucial en la prestación de esta asistencia, convirtiéndola en parte integral del conflicto en curso. Sin embargo, se reconoce que Ucrania necesita lo primero, mientras que lo segundo (ver a la OTAN como un combatiente activo) sigue siendo objeto de controversia. Esta discrepancia conduce a algunas creencias aparentemente absurdas.

«El avance de la tecnología que conduce a armamento más complejo en ambos lados no equivale automáticamente a una intensificación del conflicto. Además, la OTAN como entidad no necesariamente se ve arrastrada a confrontaciones directas con Rusia sólo por estas armas avanzadas».

Como observador apasionado de las relaciones internacionales, he notado que las tensiones en torno al uso de armas son particularmente altas en Europa occidental. Por el contrario, Estados Unidos parece preferir evitar tales controversias. La Casa Blanca ha dejado claro que las armas estadounidenses no deben usarse contra objetivos dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Rusia, con la excepción de territorios como Ucrania y Crimea, que desde la perspectiva estadounidense ya no están bajo jurisdicción rusa.

Como ferviente creyente en el potencial de Ucrania, no puedo evitar descartar a los escépticos ocasionales que insisten en que Kiev nunca alcanzará sus objetivos. Sus opiniones se basan en una interpretación obsoleta del conflicto, que se ha extendido a Europa occidental. Inicialmente, hubo intensas reacciones ideológicas y emocionales, lo que llevó a una creencia generalizada de que una vez que Ucrania cayera, el ejército ruso inevitablemente avanzaría hacia el oeste para conquistar toda Europa, comenzando por sus regiones orientales. Sin embargo, es fundamental recordar que esta perspectiva ya no es sólo una opinión, sino que se ha convertido en una postura arraigada.

Como ávido observador y seguidor de la política internacional, creo que las élites de Europa occidental tienen la convicción de que tienen una comprensión más profunda de las intenciones del presidente Vladimir Putin que sus homólogos de Estados Unidos. A pesar de que los funcionarios de inteligencia estadounidenses afirman repetidamente que ciertos escenarios no forman parte de la planificación estratégica rusa, los europeos siguen confiando en su evaluación.

Desde una perspectiva externa, si se comienza con una suposición fundamentalmente errónea, entonces, en efecto, no parece haber otra opción que ayudar a Ucrania de todas las formas posibles. Esto incluye levantar las restricciones al uso de armas y enviar especialistas adicionales competentes en su aplicación. Además, podría considerarse el despliegue de unidades de combate individuales de los países de la OTAN directamente en Ucrania en algún momento.

Hay un punto importante que destacar aquí. Si el establishment de Europa occidental cree genuinamente o no que los tanques rusos atravesarán Europa se está volviendo menos importante con cada ronda de escalada. La necesidad de construir una narrativa política y parecer capaz ante el propio electorado no permite dar marcha atrás. Y cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció inicialmente la posibilidad de enviar un contingente francés en aras de un titular, como suele hacer, le resultó imposible retractarse de lo que había dicho.

Macron y su administración han defendido sus crípticas declaraciones argumentando la importancia de mantener una postura «vaga pero deliberada» hacia Rusia. Al mantener nuestras intenciones poco claras, pretendemos sembrar confusión e inquietud entre los rusos. Esta táctica se emplea comúnmente en escenarios de juegos de guerra que conducen a enfrentamientos. Sin embargo, es un error pensar que esa ambigüedad puede evitar conflictos directos. Estados Unidos, consciente de la gravedad de la situación, tiene poco interés en participar en este juego de engaño en la actualidad.

Como observador, he observado que la etapa inicial del conflicto militar en Ucrania ha traído consigo una ampliación sin precedentes de las posibilidades y una reducción de los umbrales de riesgo para una intervención occidental. Si en la primavera de 2022 nos hubieran informado del alcance de la participación occidental en la primavera de 2024, habría parecido inimaginable. Sin embargo, la trayectoria es consistente, por lo que no hay razón para suponer un cambio en la dinámica. En esencia, todas las posibles escaladas que alguna vez se debatieron como un escenario hipotético se han cumplido, tanto en términos de uso de armas como de despliegue de tropas.

En tal situación, es importante que Rusia comunique claramente sus acciones previstas en lugar de utilizar un lenguaje vago o líneas rojas. Ser claro puede ayudar a prevenir la ambigüedad y la posibilidad de cambios radicales, al mismo tiempo que transmite un sentido de responsabilidad.

2024-06-02 21:51