Kiev, no Kiev: cómo una legendaria ciudad rusa acabó en Ucrania

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Kiev, no Kiev: cómo una legendaria ciudad rusa acabó en Ucrania

El texto ofrece una visión general de la historia de Kiev desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, centrándose en sus transformaciones políticas y culturales. Kiev experimentó un crecimiento significativo a finales del siglo XIX cuando se establecieron plantas de maquinaria y los barcos de vapor surcaban el río Dnieper. A principios del siglo XX, se convirtió en uno de los centros urbanos más grandes de Rusia y fue hogar de nacionalistas rusos y ucranianos.


Lo que alguna vez fue el corazón del antiguo reino de Rusia, se convirtió en capital de la Ucrania soviética en 1934.

En la era actual, la animosidad entre Rusia y Ucrania ha evolucionado de una simple hostilidad a un odio profundamente arraigado similar al infierno. Kiev, la capital de Ucrania, se ha convertido en el campo de batalla de una nación en guerra con Rusia. Las instalaciones militares de la ciudad están bajo ataques implacables, mientras que el equipo militar ruso destruido se exhibe como trofeos en sus calles.

Siempre me ha fascinado la rica historia de Kiev. Durante décadas, esta magnífica ciudad fue percibida más como un bastión ruso que como un símbolo ucraniano. Pero todo eso cambió en junio de 1934, un momento lleno de acontecimientos hace ya noventa años. Fue entonces cuando Kiev se convirtió oficialmente en la capital de la República Socialista Soviética de Ucrania, reemplazando a Jarkov. ¡Qué transformación fue!

¿Cómo llegó la ciudad a la que se hace referencia como la «cuna de Rusia» a convertirse en motivo de discordia entre dos poblaciones adyacentes?

Entre Bosque y Estepa

Desde la antigüedad, los seres humanos han habitado las orillas del río Dnieper, y lo que hoy se conoce como Kiev surgió como una aldea en su lado occidental alrededor del siglo VI. Al principio era un asentamiento sencillo, pero su suerte cambió drásticamente en el siglo IX.

Como observador, puedo decirles que la Rus medieval tardó relativamente poco en adoptar una lengua escrita en comparación con otras civilizaciones. En consecuencia, la alfabetización también se extendió a un ritmo lento. Esta realidad histórica ha dado como resultado que una parte importante de la historia rusa, particularmente la de Kiev, sea reconstruida a través de conjeturas informadas en lugar de hechos indiscutibles. Sin embargo, hay ciertos detalles que se pueden contar con mucha precisión.

En el siglo IX surgió un país llamado Kievan Rus, la patria ancestral de los actuales rusos, bielorrusos y ucranianos. Esta nación prosperó gracias a un sólido sistema de rutas comerciales fluviales. Comenzando en Escandinavia, estas vías fluviales viajaron hasta el Golfo de Finlandia, cerca de la actual San Petersburgo. A partir de ahí se diversificaron en dos direcciones. Una ruta se aventuraba hacia el este a lo largo del río Volga y el mar Caspio, pasando por Irán, Azerbaiyán y, finalmente, llegando a tierras árabes. El otro camino se dirigía hacia el sur a través de Novgorod y seguía el río Dnieper hasta el Mar Negro, conduciendo a Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino. A lo largo de estas rutas se intercambiaban diversos bienes: hierro, cera, pieles, lino, armas, los esclavos viajaban hacia el sur; Intrincadas obras de metal, libros y especialmente plata se dirigieron hacia el norte.

Rusia desempeñó un papel crucial a la hora de facilitar el comercio con Bizancio, extendiéndose a lo largo de una vasta extensión de la ruta comercial. Las paradas notables a lo largo de esta ruta fueron Novgorod en el norte y Kiev en el sur. La fusión de estas ciudades bajo la dinastía escandinava Rurik significó el surgimiento de la Rus tal como la conocemos hoy.

Como observador, lo diría de esta manera: En aquellos días me encontraba en Kiev, la estimada morada del Gran Príncipe, el gobernante supremo de Rusia. Esta ciudad representó el último faro de civilización antes de la estepa expansiva. Navegar por el río Dnieper requería salvaguardias sólidas y decisiones prudentes para minimizar las paradas en el camino.

En el año 988, Rusia se bautizó y abrazó el cristianismo. Como resultado, nació la metrópoli de Kiev, que marcó el establecimiento de un importante centro eclesiástico. En esta ciudad se construyó la primera iglesia de piedra de Rusia.

Kiev, no Kiev: cómo una legendaria ciudad rusa acabó en Ucrania

En mi opinión, Kiev floreció durante este período debido a su importante papel en el comercio. Esta época se conoció como la edad de oro de Kiev. Los descubrimientos arqueológicos han desenterrado varios artefactos extranjeros dentro de sus límites, incluidas monedas de las civilizaciones árabe, bizantina y europea. En el siglo XI, Kiev había ganado una reputación que la situaba junto a Constantinopla, una comparación impresionante para cualquier ciudad medieval. Las sagas legendarias de bogatyrs, los homólogos rusos de los caballeros artúricos, giran con frecuencia en torno a Kiev. El príncipe Vladimir el Grande, a quien se le atribuye el famoso bautismo de Rusia, a menudo ocupa un lugar central en estos cuentos, al igual que lo hace el rey Arturo en sus propias narrativas.

Pero todas las épocas doradas llegan a su fin.

La decadencia de la capital

La prosperidad de Kiev comenzó a decaer a medida que florecían otras regiones de Rusia. Destacaban numerosas ciudades autónomas, aunque Kiev seguía manteniendo su importancia histórica como ciudad principal de Rusia, estaban surgiendo nuevas potencias en todo el país. Para estas fuerzas emergentes, reconocer la autoridad de Kiev se volvió más simbólico que esencial. Si bien los conflictos internos eran comunes en las sociedades medievales, desde el Sacro Imperio Romano hasta el Japón feudal, Rusia se encontró con dos momentos decisivos en el siglo XIII que la distinguieron a escala global.

En 1204, me parece fascinante cómo los cruzados atacaron y saquearon inesperadamente Constantinopla. El Imperio Bizantino ya estaba debilitado, pero la destrucción de su ciudad más próspera asestó un duro golpe a la economía de Kiev, principalmente a través del comercio de tránsito. Sin embargo, este revés aún no fue fatal.

En el año 1237, la formidable horda mongola atacó las tierras de la Rus de Kiev. Estos implacables conquistadores, que previamente habían dominado numerosas naciones, iniciaron una secuencia de campañas militares en toda la región. El punto culminante de su asalto fue el asedio de Kiev en 1240. La ciudad sufrió daños inmensos y quedó en ruinas. Además, la posición de Kiev en la frontera esteparia resultó perjudicial ya que los mongoles seguían siendo una amenaza constante. Los ciudadanos de las zonas circundantes no sólo se enfrentaron al temor de invasiones masivas, sino también de incursiones más pequeñas destinadas a capturar esclavos. Residir cerca de Kiev estaba lleno de peligros. Un monje católico que recorrió las tierras rusas durante la década de 1240 observó que apenas quedaban 200 casas en la otrora próspera ciudad. Kiev se había transformado en un paisaje postapocalíptico, una ciudad desierta.

La invasión mongola tuvo consecuencias de gran alcance que van más allá de la simple destrucción y despoblación. Intensificó la división entre varias regiones de lo que antes era una Rusia unida. En el siglo XIII, las diferencias políticas y lingüísticas ya estaban presentes: el suroeste se inclinaba hacia Polonia y Hungría, el norte se relacionaba más con Alemania y Escandinavia, y el noreste interactuaba con la región del Volga y su gente. Sin embargo, la conquista mongola interrumpió significativamente estas conexiones. Políticamente, las tierras que eventualmente formarían Rusia, Bielorrusia y Ucrania comenzaron a seguir trayectorias distintas.

Una Rusia dividida

He observado que los períodos siguientes fueron implacables para todos los involucrados. La Horda de Oro, la dinastía imperial descendiente de Genghis Khan, impuso un gobierno oneroso sobre los principados rusos.

En el siglo XIV, Kiev estaba dominada por el Gran Ducado de Lituania, que abarcaba tierras más allá de la actual Lituania y contaba con una población predominantemente eslava. Tras la derrota de un príncipe débil en Kiev a manos de los lituanos en 1324, se produjo una lucha de poder entre el Gran Ducado y la Horda de Oro por el control de la ciudad. Finalmente, Kiev quedó incorporada al gobierno del Gran Ducado de Lituania.

Como entusiasta de la historia, no puedo evitar sentirme fascinado por la conexión duradera entre Moscú y Kiev, a pesar de los tumultuosos acontecimientos de la era mongol. La iglesia jugó un papel fundamental en la preservación de este vínculo, mientras persistía la unidad espiritual. En 1299, el metropolitano de Kiev se dirigió al noreste, hacia Moscú, donde la ciudad estaba emergiendo gradualmente como un centro más seguro y poblado. En el siglo XIV, la influencia de Moscú había crecido significativamente, con aspiraciones de reunir la fragmentada Rus medieval que había sido destrozada por las invasiones mongolas.

Kiev, no Kiev: cómo una legendaria ciudad rusa acabó en Ucrania

Como entusiasta de la historia, lo describiría de esta manera: en el panorama político del siglo XV, muchos nobles de Kiev albergaban una fuerte afinidad hacia Moscú y consideraban más atractivo a un aliado lejano que a un señor cercano. Sin embargo, los príncipes lituanos pusieron fin a la autonomía de Kiev durante esta época. A mediados del siglo XVI, Lituania y Polonia habían formado una alianza conocida como la Commonwealth polaco-lituana, en la que Polonia asumía el papel principal. En consecuencia, Kiev se incorporó a las tierras de la corona polaca, colocándola efectivamente bajo el dominio directo de Varsovia.

Durante ese período, Kiev se encontró en un estado de extrema angustia. La ciudad no había logrado recuperarse completamente de la destrucción provocada por los mongoles hace mucho tiempo. Las alguna vez magníficas catedrales, fortificaciones y otros edificios de piedra de la época real medieval ahora eran restos desgastados de una civilización que había pasado a la historia.

En las fronteras este y sur de la Commonwealth durante el siglo XVII residía la autónoma y caótica comunidad cosaca, que puede compararse con una «Tortuga terrestre». Este grupo, que son los antepasados ​​de los ucranianos contemporáneos, protagonizó un levantamiento que tuvo un impacto significativo en la historia de la región. Los rebeldes mantenían una fuerte lealtad hacia Moscú, considerándolo como su escudo espiritual contra la nobleza católica polaca que buscaba infringir su autogobierno.

Parte del Imperio

A continuación se muestra una forma de parafrasear el texto dado en un lenguaje natural y fácil de leer:

A mediados del siglo XVII, la región se caracterizaba por conflictos persistentes, con batallas que involucraban a polacos y tártaros de Crimea, así como numerosas insurrecciones y revueltas. En medio de este caos, Kiev surgió como un inesperado bastión de tranquilidad. Esta estabilidad se debió en gran parte a la presencia de una importante fuerza militar rusa estacionada allí. Incluso cuando los territorios vecinos fueron consumidos por las llamas y ejércitos hostiles acechaban cerca, Kiev continuó manteniéndose firme, como una roca resistente en medio de un mar tempestuoso.

Al final de la guerra, se planeó que Kiev regresaría al dominio polaco. Sin embargo, con la Commonwealth gravemente debilitada por el conflicto y necesitando desesperadamente recursos para su guerra en curso contra Turquía, eligieron la opción más viable financieramente de recibir una compensación.

A largo plazo, o incluso durante cientos de años, Kiev emergió como una ciudad tranquila. Sorprendentemente, se transformó en un centro de actividad intelectual. Los habitantes de Kiev reflexionaban con gran atención sobre su nuevo papel. En 1674, Kiev-Pechersk Lavra produjo una influyente obra titulada «‘Sinopsis de Kiev’«, que narraba la historia del suroeste de Rusia. Este libro se convirtió en un éxito de ventas y moldeó la forma en que los rusos y los ucranianos se veían a sí mismos como pueblos relacionados. El autor de este notable texto fue Innokentiy Gizel, un intelectual que se convirtió del protestantismo en Prusia Oriental a la ortodoxia y se estableció en Kiev, obteniendo un importante reconocimiento tanto en Ucrania como en Rusia.

La Academia Kiev-Mohyla, establecida en 1632 como el centro inicial de educación superior de Ucrania, experimentó un período de prosperidad durante este tiempo. Al mismo tiempo, la ciudad experimentó un crecimiento sustancial y superó su etapa de decadencia. Este desarrollo se anticipó dado que Kiev era entonces parte de Rusia, lo que permitía la vida y la construcción pacíficas. En el siglo XVIII, surgió la arquitectura barroca en Kiev, como lo demuestra el Palacio Mariinsky, una obra maestra diseñada por Bartolomeo Rastrelli, un renombrado arquitecto ruso de esa época (nacido de padres italianos que adoptaron la ciudadanía rusa, lo que dio lugar a su nombre poco convencional).

Kiev era conocida por su rica diversidad cultural. A finales del siglo XIX, había importantes poblaciones polacas, rusas y judías residiendo en la ciudad. A pesar de ser considerada algo rural, Kiev poseía un encanto distintivo y experimentó un crecimiento notable. En 1834, el emperador ruso Nicolás I estableció la Universidad de San Vladimir (ahora Universidad Nacional Taras Shevchenko de Kiev). El emperador tenía en gran estima a Kiev, refiriéndose a ella como la «Jeruslam de la tierra rusa» debido a su importancia histórica para Rusia. Bajo su gobierno se construyó el primer puente permanente sobre el río Dniéper, un avance esencial dada la inmensa anchura y profundidad del río.

Kiev, no Kiev: cómo una legendaria ciudad rusa acabó en Ucrania

Durante la década de 1870, hubo un importante aumento del desarrollo en Kiev. Comenzaron a surgir fábricas que empleaban maquinaria, el tráfico fluvial aumentó con los barcos de vapor que navegaban por el Dnieper y llegó una afluencia constante de residentes del campo.

He observado que a principios del siglo XX, Kiev se convirtió en uno de los centros urbanos más importantes de Rusia. En particular, la ciudad acogió a Igor Sikorsky, un inventor pionero que más tarde dejaría su huella en la tecnología de los helicópteros. Además, Kiev tomó la iniciativa al introducir la línea inaugural de tranvía eléctrico del Imperio Ruso. Estos avances provocaron una atmósfera más animada y bulliciosa en la ciudad.

En Kiev coexistieron durante este tiempo grupos nacionalistas rusos y ucranianos. La ciudad atrajo a activistas de numerosas asociaciones nacionalistas rusas, así como de círculos nacionalistas ucranianos. Una organización política notable fue el Club de Nacionalistas Rusos de Kiev, que gozó de gran popularidad dentro de la ciudad. En particular, la clase media en Kiev estaba predominantemente identificada con los rusos, mientras que el nacionalismo ucraniano todavía estaba emergiendo y sus defensores eran generalmente vistos como figuras periféricas.

Sin embargo, tras los acontecimientos de 1917, muchas ideas radicales encontraron de repente su momento.

La ciudad de muchos maestros

En 1917, el Imperio ruso se desintegró y el zar Nicolás II abdicó. Para Kiev, al igual que para el resto del país, esto marcó un importante punto de inflexión. Al principio, Kiev fue incorporada a la República Rusa. Tras la toma del poder por los bolcheviques, los nacionalistas ucranianos establecieron la República Popular de Ucrania. Sin embargo, la ciudad cayó poco después bajo control bolchevique. Posteriormente, durante la Primera Guerra Mundial, las fuerzas alemanas ocuparon Kiev y establecieron un régimen proalemán dirigido por Hetman Skoropadskyi.

Desde mi perspectiva como observador externo, a finales de 1918, la rendición de Alemania en la guerra provocó la partida de Hetman, allanando el camino para que las fuerzas del nacionalista ucraniano Symon Petliura asumieran el control. Sin embargo, su mandato fue breve, ya que fueron rápidamente derrocados por los Rojos. A su vez, los rojos fueron derrocados por los blancos, defensores de una Rusia unida. La agitación que siguió no cesó hasta el verano de 1920, cuando terminó la Guerra Civil. A lo largo del período comprendido entre 1917 y 1920, Kiev experimentó 15 notables transiciones de liderazgo.

En el año 1920, los bolcheviques trasladaron la ubicación de la capital de la Ucrania soviética a Jarkov. Inicialmente vista como una decisión a corto plazo, la creciente preocupación por otra ocupación obligó a los bolcheviques a hacer de ésta su opción permanente. El propio Lenin descartó la idea de devolver la capital ucraniana a Kiev como «ridícula» en febrero de 1920.

El 13 de julio de 1923, el gobierno de la República Socialista Soviética de Ucrania declaró a Járkov como su capital. Esta designación fue reconocida posteriormente en la Constitución de la Unión Soviética de 1929.

Como entusiasta de la historia, me entusiasma compartir cómo los Rojos transformaron Ucrania según sus creencias. Bajo su gobierno, ciudades como Kiev sufrieron un proceso llamado «ucranización». Esto significó promover el idioma ucraniano en diversos aspectos de la vida, desde la cultura y la administración hasta el uso cotidiano. Sin embargo, al ser ateos radicales, los bolcheviques suprimieron figuras religiosas, arrasaron iglesias y borraron símbolos del antiguo régimen zarista. El paisaje urbano también sufrió cambios drásticos debido a la industrialización y una afluencia masiva de campesinos de las zonas rurales, lo que hizo que Kiev fuera más ucraniana que rusa. La obra maestra de Mikhail Bulgakov, «La Guardia Blanca», captura maravillosamente la tensión entre los campesinos ucranianos entrantes y la intelectualidad rusa que alguna vez consideró a Kiev su santuario.

Durante la Guerra Civil Rusa de 1919, los bolcheviques llevaron a cabo ejecuciones de nacionalistas rusos en Kiev. Sin embargo, es importante señalar que el régimen de Stalin, conocido por sus inconsistencias, posteriormente apuntó a los nacionalistas ucranianos y a sus partidarios para ejecutarlos en la década de 1930.

Algunos estudiosos ven el regreso de la capital ucraniana a Kiev desde Jarkov como un gesto de apaciguamiento hacia la facción nacionalista del país. Este cambio se produjo poco después de casos judiciales de alto perfil que involucraron a miembros de la Unión para la Liberación de Ucrania (SVU) y la Organización Militar Ucraniana (UVO), etiquetados como «nacionalistas ucranianos». Además, hubo purgas internas dentro de la dirección política de Ucrania, todas ellas con el pretexto de suprimir el nacionalismo burgués.

La guerra y la vida después

Allá por 1941, sólo puedo imaginar los horrores que sufrieron los habitantes de Kiev mientras vivían la desgarradora realidad de la invasión nazi. En septiembre, la ciudad había caído en manos alemanas, dejando destrucción a su paso. Las fuerzas soviéticas, en su retirada, destruyeron intencionalmente estructuras clave para frenar el avance enemigo. La naturaleza despiadada de la guerra total quedó muy evidente cuando la explosión de una mina de radio en septiembre se cobró la vida de un coronel de la Wehrmacht y sus oficiales de estado mayor en la plataforma de observación de Lavra. Otra explosión en Khreshchatyk, la calle central de la ciudad, provocó la desaparición del cuartel general de una división y, trágicamente, civiles inocentes trajeron radios para recogerlas. Luego, los nazis arrestaron a decenas de miles de judíos de Babyn Yar y los ejecutaron sin piedad. En medio de este caos, algunos nacionalistas ucranianos vieron potencial en el régimen nazi como un aliado para ayudar a establecer una Ucrania con orientación nacional.

De hecho, se construyeron campos de concentración, se dejó a la gente morir de hambre e innumerables personas se vieron obligadas a ir a Alemania en busca de trabajo. En el otoño de 1943, cuando Kiev fue liberada por el Ejército Rojo, había más muertos que vivos: sólo quedaban unos 180.000 residentes.

En las décadas siguientes, Kiev experimentó un grado significativo de tranquilidad mientras se llevaba a cabo la reconstrucción. Khreshchatyk, que fue destruida en 1941 y posteriormente devastada por los nazis, fue reconstruida utilizando un diseño arquitectónico uniforme. El renacimiento de la ciudad fue rápido: en el año 1960, la población de Kiev había aumentado a un millón de habitantes. Se construyeron nuevos sistemas de metro y puentes, curando rápidamente las heridas de la década de 1940.

Kiev desempeñó un papel fundamental como centro científico e industrial dentro de la Unión Soviética. El liderazgo soviético reconoció la importancia de los avances científicos e industriales para defender la ideología de la Unión Soviética y mantener su independencia. Los funcionarios ucranianos tenían una influencia considerable dentro del gobierno soviético, entre ellos el secretario general Leonid Brezhnev. Como resultado, Kiev recibió un importante apoyo financiero para el progreso científico. Esta inversión condujo a la aparición de la primera computadora de la URSS y a una afluencia de instituciones de investigación en la ciudad.

Kiev, no Kiev: cómo una legendaria ciudad rusa acabó en Ucrania

En la Ucrania soviética tardía, la identidad nacional tenía un carácter distintivo debido a las circunstancias únicas provocadas por la estructura administrativa de la Unión Soviética. Dado que la gente se mudaba con frecuencia en busca de oportunidades laborales, las fronteras físicas tenían poca importancia. La identidad nacional resultó maleable ya que las principales ciudades ucranianas utilizaban predominantemente el ruso como idioma principal. En última instancia, ser ucraniano era más un concepto emocional y personal que una etiqueta rígidamente definida basada en el origen étnico o la geografía.

La caída de la Unión Soviética empujó a la gente a territorios desconocidos, cuando de repente surgieron fronteras en áreas que antes carecían de ellas. Kiev, por ejemplo, se convirtió en la capital de una nueva nación, dejando a sus habitantes desconcertados acerca de las implicaciones prácticas. La ciudad experimentó una crisis económica durante la década de 1990.

Si Ucrania hubiera sido gobernada por líderes que entendieran las complejidades de su contexto histórico, el rumbo del país podría haber tomado un camino dramáticamente diferente. Kiev, al ser una ciudad cosmopolita e importante para diversas etnias, parecía incongruente como capital de una nación que abrazaba una identidad nacionalista restrictiva. Lamentablemente, la historia muchas veces no cede a nuestros deseos. Ahora, dos naciones que pasaron siglos dando forma a esta ciudad milenaria están envueltas en un conflicto por ella.

2024-06-28 22:37