Reseña de ‘Dead Man’s Wire’: un thriller muy bien ambientado en los años 70

La nueva película del director Gus Van Sant, *Dead Man’s Wire*, recibe su nombre de un dispositivo peligroso conectado a una escopeta que se coloca alrededor del cuello de una persona. Cualquier movimiento brusco dispararía el arma. Estas imágenes reflejan perfectamente la película en sí: está diseñada por expertos, pero su ritmo cambiante parece que podría desmoronarse, creando una experiencia tremendamente tensa.

Siempre han existido empresas explotadoras que priorizan el beneficio de nuestros datos personales sobre la asistencia genuina, y esta historia surge de ese mismo problema. La trama se centra en Richard Hall, un agente hipotecario, que encuentra una bomba atada a su cuello gracias a Tony Kiritsis. Kiritsis cree que Richard y su padre lo estafaron para quitarle la tierra y exige una disculpa y un reembolso antes de dejar ir a Richard. Esta increíble situación está basada en una historia real y el director la presenta de manera directa, recordándonos que a veces las historias más cautivadoras son las reales realzadas con un toque cinematográfico.

A medida que se desarrolla la película, la atención se intensifica cuando Kiritsis lleva a Hall del banco, a un coche de policía y, finalmente, a su propia casa. La tensión entre estos dos personajes es fundamental para la historia, y tanto Skarsgård como Montgomery ofrecen actuaciones poderosas, explorando la compleja relación entre captor y cautivo con intensidad emocional y peso filosófico. Skarsgård, conocido por interpretar papeles aterradores, crea un retrato particularmente inquietante de Tony, un hombre de pocas palabras pero de intensa energía. Mientras que otro actor podría haber presentado a Kiritsis simplemente enojado, Skarsgård revela la ira concentrada del personaje con una profundidad y matices sorprendentes. Las motivaciones de Kiritsis son sorprendentemente sencillas: cree que lo han perjudicado y está utilizando a Hall para exponer la injusticia que él y el padre de Hall le han infligido. No lo motiva el beneficio personal, sino una firme convicción de que sus acciones están justificadas y que el mundo necesita comprender su perspectiva.

Montgomery no retrata simplemente a una víctima indefensa; lleva un profundo sentimiento de tristeza, casi como si esperara que su padre egocéntrico prefiriera abandonarlo antes que admitir su culpa. Si bien Hall no confiesa completamente sus malas acciones, comprende cómo su familia se ha aprovechado de personas como Kiritsis, lo que hace que sea difícil verlo como un villano sencillo. Ambos personajes exigen que Skarsgård y Montgomery aprovechen sentimientos ocultos, y ambos actores manejan este matiz excepcionalmente bien.

Van Sant utiliza y subvierte con destreza elementos familiares de los thrillers sobre rehenes, demostrando un dominio del género. Cuando Kiritsis secuestra a Hall, tiene una confianza increíble en su plan y la película destaca inteligentemente los problemas inevitables que surgirán. Desde una llave de auto rota inmediatamente después de estacionar, lo que lo obligó a robar un vehículo, hasta una nueva recepcionista inesperada, la película no pregunta *si* las cosas saldrán mal, sino *cuándo*. Es interesante ver cómo se desarrolla la historia a medida que el plan de Kiritsis comienza a desmoronarse.

Es comprensible que Van Sant establezca el contexto más amplio del secuestro, pero la película realmente brilla cuando se centra en la relación entre las dos figuras centrales. La introducción de personajes secundarios convincentes, si bien es interesante, parece algo poco desarrollada y afloja el enfoque estricto de la película. Myha’la interpreta a Linda Page, una reportera de televisión con tareas aburridas que ve el secuestro como una oportunidad para demostrar su valía. Su personaje resalta sutilmente los desafíos que enfrentan los periodistas de color, quienes a menudo no reciben las mismas oportunidades que sus colegas blancos, y ofrece una crítica de la prisa de los medios por publicar historias en lugar de informarlas de manera responsable. Sin embargo, justo cuando la película empieza a profundizar en estas ideas, vuelve a centrar su atención en los personajes principales. Lo mismo sucede con Fred Temple de Colman Domingo, un locutor de radio que le brinda a Tony una plataforma para compartir su perspectiva y contrarrestar el sensacionalismo de los medios. Domingo es confiablemente carismático y aporta una presencia suave y empática, pero la película no le da a su personaje mucha profundidad más allá de ser un oyente comprensivo.

Durante una llamada telefónica frustrada, Kiritsis exclama enojado: “¡Estas personas pensaron que podían jugar a ser Dios y fracasaron!” La película de Van Sant está llena de un fuerte sentido de indignación moderna, a pesar de que su estilo visual recuerda a la década de 1970. La película no evita mostrar el miedo que causó Kiritsis y no excusa sus acciones violentas. Sin embargo, desafía inteligentemente la hipocresía de cómo la sociedad juzga a personas como Kiritsis frente a las grandes corporaciones a las que apuntaba. La película sugiere que, si bien los bancos no utilizan la fuerza física, sus acciones pueden ser igualmente dañinas y crueles. Quienes están en el poder a menudo creen que pueden moldear el mundo como mejor les parezca, pero la película de Van Sant sirve como recordatorio de que alguien como Tony Kiritsis siempre exigirá responsabilidad por tal arrogancia.

2025-10-20 22:19