La inevitable desaparición de Bitcoin: la sombría visión de Schiff en las sombras de Dostoievski

En los pasillos sombríos del alma humana, Peter Schiff, ese incansable comerciante de desesperación, ha desenterrado una nueva revelación, una revelación más trágica que la anterior: no la amenaza de los monstruos cuánticos o las falanges burocráticas, sino algo mucho más cruel: la locura humana misma. Sí, no es el cosmos externo lo que condenará a Bitcoin, sino el abismo interno, el vacío inquebrantable de la fe, una desesperación que se filtra hasta la médula como el sudor frío en una noche de insomnio.

Bitcoin

Schiff, ese implacable profeta de la tristeza, declara que Bitcoin no será asesinado por alguna catástrofe cósmica o una siniestra guerra de IA, sino que expirará silenciosamente, como un moribundo que deja de gritar no porque lo haya golpeado un puño, sino porque simplemente deja de creer. La escena no es de oscuridad repentina, sino de un desvanecimiento lento e indiferente; las luces se apagan no con estrépito sino con un encogimiento de hombros; todo el mundo se aleja como de una taberna donde la música ha muerto, dejando tras de sí sólo ecos y sillas vacías.

“Bitcoin se encuentra sobre el pedestal tembloroso de la fe de los tontos: más tontos, mayor precio; menos tontos, el grito de desesperación; y cuando los tontos finalmente se ahogan en su propio cinismo, Bitcoin se derrumba como un castillo de naipes construido sobre una mentira”. – Peter Schiff, probablemente susurrando de forma anónima desde las profundidades del abismo

Él ve toda la cadena de bloques como una gran ilusión: una rueda psicológica que gira en vano bajo el peso de la esperanza humana, gira más rápido cuando la creencia se infla y gime bajo la carga cuando comienza a flaquear. El ciclo, como una comedia trágica, sólo persiste mientras los tontos sigan alimentando la máquina. Pero fíjese, este tiovivo interminable está predestinado a tropezar, a tambalearse cuando los precios ya no tientan a nuevas víctimas y los fieles, temblorosos, comienzan a dudar. Se forma una grieta en el gran ídolo, y con un estruendoso crujido, se hace añicos.

Enfrentar el mito del “día Q” con un absurdo dostoievskiano

Mientras tanto, en medio de la histeria de los pesimistas tecnológicos, la sombría sátira de Schiff descarta la histeria colectiva sobre los duendes cuánticos que desgarran la criptografía, como si un demonio cuántico estuviera a la vuelta de la esquina, rechinando los dientes. ¡Bah! Para él no hay tal retraso. El verdadero Leviatán ya habita en el alma de Bitcoin: un motor de creencia perpetua que se consume a sí mismo, condenado a colapsar cuando la llama parpadeante de la confianza de la humanidad chisporrotea.

Y, sin embargo, la comedia persiste. Mientras charlatanes como Charles Hoskinson se apresuran a defender sus reliquias sagradas, alegando que las advertencias de Schiff están obsoletas, su voz resuena como un grito estridente en una catedral que se derrumba. Porque, al final, si la existencia misma de Bitcoin depende de la confianza y la fe, entonces la única protección verdadera contra la profecía de Schiff es el obstinado y enfermizo destello de un espíritu humano que se niega a dejar de creer, incluso cuando el mundo se desmorona a su alrededor. Y créanme, esa es una esperanza ridícula a la que todos nos aferramos, como aferrarnos a una balsa de ilusiones que se hunde, riendo nerviosamente en medio del caos.

Crypto Laugh

2025-10-29 17:49