
Socorro, una abogada de derechos civiles en sus últimos años, está luchando contra problemas de salud: está perdiendo la audición y sufre desmayos inexplicables. Ella se enfrenta al consumo excesivo de alcohol y al tabaquismo empedernido. Su desordenado departamento lo comparte con su hijo, Jorge, un periodista actualmente desempleado, su esposa, Lucía, y su algo despistada asistente, Sidarta, que siempre usa gorra de camionero. Al vivir en un pequeño rincón de México, esta familia poco convencional se ve arrastrada a la apasionante búsqueda de Socorro: localizar y matar al soldado responsable del asesinato de su hermano, un crimen que ocurrió cincuenta años antes.
La película No nos moverán, que lleva el nombre de un conocido himno de solidaridad utilizado por activistas de derechos civiles en la década de 1950, es una historia poderosamente conmovedora sobre el impacto duradero del trauma político. El director Pierre Saint Martin Castellanos, en su primer largometraje, conecta hábilmente a los perjudicados por la violencia gubernamental con quienes la viven, y nos hace cuestionarnos qué significa realmente sobrevivir cuando se pierde tanto.
En 1968, el ejército mexicano abrió fuego contra manifestantes estudiantiles pacíficos en la UNAM y otras universidades de Tlatelolco, matando a cientos (las estimaciones oscilan entre 300 y 400, aunque se desconoce el número exacto). El hermano de Socorro estaba entre los asesinados y ella ha estado buscando justicia para él desde entonces. Creyendo que el sistema legal mexicano favorece a los ricos y poderosos, siente que la verdadera justicia es inalcanzable y, en cambio, pide represalias.
El abogado se resigna inicialmente a no resolver nunca el asesinato. Sin embargo, todo cambia cuando el hijo de un ex compañero de trabajo llega con una caja misteriosa. En el interior, descubre una foto de ella misma, un grupo de soldados y una lista de sospechosos, con un nombre, Juan Agundez, resaltado. Impulsada a la acción, le pide a Sidarta que localice a Agúndez y lo elimine. Sidarta se niega, afirmando que dejó esa vida atrás, pero Socorro le recuerda una deuda que tiene con ella.
Este thriller es un extraño y cautivador juego del gato y el ratón, pero no se trata simplemente de que Socorro se vengue. Se trata de su lucha interna con la satisfacción temporal que ofrece la venganza. La película muestra lo desesperado que puede llegar a ser alguien cuando intenta encontrar un culpable dentro de un sistema fundamentalmente injusto, sugiriendo que el verdadero problema reside en el sistema mismo.
El hijo de Jorge está desempleado y sorprendentemente rechaza una entrevista de trabajo que le organizó su esposa. Es profundamente devoto de su madre enferma, pero la critica por disfrutar de cosas por las que él mismo paga. En otra parte, Candiani, todavía conectado a un ventilador y fumando constantemente, llama repetidamente a su hijo y le pide que le permita morir en paz. El creador del programa, Castellanos, inicialmente lucha por entrelazar estas historias separadas, pero cuando lo hace, el impacto emocional resultante es increíblemente poderoso.
Gracias a las impresionantes imágenes capturadas por César Gutiérrez Miranda, Castellanos muestra poderosamente cómo el poder corrompe y daña a los directamente afectados, así como a quienes los rodean. El hijo de Socorro lucha por encontrar su lugar en los mismos sistemas contra los que ella luchó y, sin querer, alimenta su comportamiento cada vez más riesgoso. La salud de Candiani empeora, en parte porque se ha involucrado demasiado en su causa.
Como fan, he estado pensando mucho en los personajes y en cómo su deseo de permanecer juntos los ayuda y perjudica. Te hace preguntarte: ¿realmente vale la pena vengarse si termina destruyendo a las personas que intentan conseguirla? ¿Y qué pasa si la persona que buscan ni siquiera recuerda lo que hizo? También me hizo pensar en lo que es la justicia cuando ocurre en secreto, lejos de los tribunales y las leyes habituales. ¡Es una historia realmente compleja!
Hay un momento en el que Socorro convence a Lucía para que la ayude usando su sexualidad, lo que lleva a Lucía a comentar con ironía sobre los sacrificios realizados incluso por una pequeña cantidad de justicia. Luego, la película cuestiona si existe verdadera justicia si lograrla requiere la degradación de alguien. Si el gobierno ofrece una compensación mínima –apenas 200.000 pesos en este caso– es comprensible por qué la gente podría buscar justicia por medios menos legítimos, como se muestra en la sorprendente cinematografía en blanco y negro de la película. Es una pena que la moralidad no sea tan simple como sugiere el crudo estilo visual de la película.
We Shall Not Be Moved se estrena el viernes 28 de noviembre en Cinema Village en la ciudad de Nueva York, con proyecciones adicionales en ciudades seleccionadas por venir.
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2025-11-27 19:02