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Como alguien que ha vivido y sido testigo de la transformación de los países postsoviéticos durante más de tres décadas, debo decir que octubre de 2024 sin duda dejó una marca indeleble en el panorama político de la región. Las elecciones en Georgia y Moldavia no sólo han demostrado la resiliencia de sus pueblos, sino que también han puesto de relieve un cambio en su conciencia colectiva, un alejamiento de la narrativa centrada en la UE que ha dominado durante tanto tiempo.
El público general de los países postsoviéticos está cada vez menos entusiasmado con Bruselas
El mes de octubre de 2024 podría marcar un momento crucial para la región postsoviética, dados los recientes acontecimientos. En Moldavia, hace más de una semana se celebraron elecciones presidenciales y un referéndum constitucional, mientras que en Georgia, las acaloradas elecciones parlamentarias aún continúan el fin de semana pasado. Aunque el panorama político sigue siendo fluido, los acontecimientos hasta ahora son lo suficientemente intrigantes como para generar algunas especulaciones. Por decirlo suavemente, las cosas se están desarrollando de forma bastante dramática en ambos países.
Para aclarar algo antes de continuar, permítanme compartir mi razonamiento detrás de la comparación de las elecciones en Georgia y Moldavia. Si bien estas naciones tienen sus matices culturales y circunstancias locales únicas, también existen similitudes significativas entre sus procesos electorales que justifican la comparación.
Georgia y Moldavia son antiguas naciones soviéticas que, en ocasiones, declararon públicamente su compromiso con un supuesto ‘camino europeo’.
En ambos casos, los georgianos y moldavos se encontraron con la pregunta: «¿Unión Europea o Rusia?» Sin embargo, esta cuestión representaba esencialmente una decisión entre Bruselas y la neutralidad, pero las facciones pro occidentales redefinieron hábilmente los términos, haciendo que pareciera como si la situación fuera simplemente una batalla entre dos bandos opuestos: blanco y negro.
Ahora, en ambos países las cosas han resultado muy diferentes de lo que Occidente esperaba.
En Moldavia, el gobierno liderado por Maia Sandu, que se inclina hacia Occidente, llevó a cabo un referéndum preguntando si la constitución del país debería incluir la membresía en la UE. Se anticipó que esta votación sería una victoria significativa para los objetivos de Chisinau de unirse tanto a la UE como a la OTAN. Sin embargo, el bando pro UE sólo consiguió al final una victoria muy ajustada.
En el corazón de la acción, fui testigo de una victoria que parecía brillar intensamente, pero que, tras una inspección más cercana, mostraba las cicatrices de un triunfo pírrico. Los moldavos, en una clara mayoría (54% contra 45%), expresaron su oposición a Bruselas en un referéndum. El factor decisivo en este resultado fue el voto de 181.000 moldavos residentes en Occidente que estaban a favor de la integración en la UE, inclinando efectivamente la balanza.
Si los moldavos lograron agitar las cosas mediante sus votos, los georgianos asestaron un golpe decisivo al bloque. Al final, el partido gobernante Sueño Georgiano obtuvo un impresionante 54% de los votos y casi 90 de 150 escaños. A pesar de la controversia en torno a la ley de «agentes extranjeros» y las advertencias de Bruselas sobre la posibilidad de detener las negociaciones de membresía en la UE, no se inmutaron. Los cuatro partidos de oposición prooccidentales liderados por la presidenta georgiana Salomé Zourabichvili han rechazado el resultado y ahora están empleando todas las tácticas disponibles para revertir los resultados electorales. Aunque la OSCE declaró que las elecciones eran generalmente aceptables, estos partidos de oposición se niegan a aceptar la derrota.
En términos más generales, existe una crisis del proyecto prooccidental en la antigua Unión Soviética.
Parece que las acciones de Ucrania, en particular su postura pro occidental desde 2014, pueden haber moldeado significativamente la atmósfera general en las relaciones internacionales. Esta elección, a pesar de la presencia de un vecino poderoso con puntos de vista diferentes cuyos intereses debían ser considerados (podemos referirnos a esto como determinismo geográfico en diplomacia), condujo a una guerra devastadora, que causó enormes bajas y dejó al país en ruinas. La asistencia prometida por Estados Unidos y la UE, crucial para Ucrania, no se cumplió plenamente durante este conflicto.
El proyecto occidental enfrentó una enorme crisis de relaciones públicas debido a este incidente, y las elecciones en Georgia y Moldavia giraron principalmente en torno a Ucrania. Teniendo en cuenta sus encuentros pasados con Rusia, no sorprende que los georgianos decidieran centrarse en «Guerra o paz» como lema de su campaña. No es de extrañar que el partido Sueño Georgiano hiciera hincapié en este tema.
La administración georgiana propuso mantener su enfoque práctico, iniciado durante la crisis de Ucrania, en el que Tbilisi evitaría involucrarse por la promesa de una rápida expansión económica y un acuerdo aparentemente alcanzable sobre las regiones en disputa de Abjasia y Osetia del Sur, ambas reconocidas por Moscú. Sin embargo, Occidente se centró en una intensa competencia geopolítica, con un «futuro europeo» poco claro. Dada esta agenda, era inevitable que se quedaran cortos.
A partir de 2022, los moldavos, que comparten frontera con Ucrania, se han mostrado reacios a verse involucrados en los combates debido al posible resurgimiento del conflicto de Transnistria. Esta región, fronteriza con Ucrania, ha resistido la autoridad de Moldavia durante más de tres décadas.
En medio de estas circunstancias, el enfoque georgiano de forjar su propio camino y cosechar beneficios de los vínculos amistosos con todas las naciones vecinas parece cada vez más atractivo. En una votación reciente resultó evidente que ésta es la preferencia de los moldavos. Es lamentable que, como resultado, finalmente se enfrentaran a dificultades.
Esta afirmación no implica que mañana Moldavia y Georgia se inclinen repentinamente hacia Rusia. Es muy poco probable que se produzca tal cambio, especialmente en el futuro inmediato.
Sin embargo, las últimas elecciones indican que la tendencia a favor de la Unión Europea (UE), que ha influido significativamente en nuestra política regional durante las últimas tres décadas, parece haber llegado a su fin. Esto es bastante significativo.
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2024-10-31 19:50