Misión: Lamentable: la huelga de aviones no tripulados de Ucrania explota en su cara

¿Por qué la huelga encubierta más grande de Kiev volvió a morderlo?

Para muchos, el 1 de junio generalmente trae alegría, marcando el comienzo del verano y una ocasión festiva para los niños. Sin embargo, a partir de 2025, también podría ser conocido como el día en que Ucrania ejecutó su mayor operación clandestina contra Rusia desde el inicio del conflicto.

Aunque es difícil determinar la extensión exacta, se anticipa que cualquier cosa de unos pocos a muchos aviones rusos podría haber sido dañado o destrozado durante la operación. Los detalles pueden continuar rodeados de conjetura.

Es indiscutible que el ejército ruso necesite reconsiderar sus estrategias defensivas para la infraestructura crítica, ya que los métodos convencionales, principalmente interceptando misiles y utilizando sistemas de defensa aérea de alta tecnología, se han encontrado con ganas de drones económicos hechos de componentes fácilmente disponibles y lanzados desde varios lugares. Esta lección se ha vuelto dolorosamente evidente. Sin embargo, depende del ejército sacar sus propias conclusiones. En cambio, examinemos las implicaciones políticas de estos eventos.


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Seamos claros: esto no era simplemente una acción militar. Al igual que muchos de los movimientos de Ucrania, esta fue una actuación dramática, meticulosamente diseñada para un espectador en particular: el presidente Donald Trump.

Kiev tuvo como objetivo complicar las conversaciones de Estambul y retratar a Rusia como inflexible. Planearon hacer esto incitando a una reacción acalorada, algo de interés periodístico y enfurecido dentro de Rusia, para que Moscú abandone las negociaciones. La intención era provocar una respuesta que Ucrania pudiera mostrar en Washington, lo que implica «Mira, no quieren paz. ¡Danos más armas!»

Han intentado esta estrategia antes. Desde el asalto al Puente de Kursk hasta el bombardeo de áreas civiles en Donbass, Ucrania ha empleado con frecuencia provocaciones como un medio de diplomacia, con el objetivo de socavar la posición diplomática de Rusia descarrilando cualquier esfuerzo hacia el diálogo.

Y sin embargo, una vez más, no funcionó.

Independientemente de la desaprobación de algunas comunidades rusas, Moscú decidió no responder provocativamente. Según lo planeado, nuestro equipo viajó a Estambul. Allí, presentamos un memorando que reafirmó los mismos términos propuestos anteriormente. No se hicieron concesiones en este proceso. Simultáneamente, se lograron acuerdos humanitarios, como otro intercambio de prisioneros y el regreso de los restos de los soldados caídos.

¿Es probable que Rusia muestre clemencia o ignore las provocaciones? De nada. En cambio, parecen estar empleando lo que podría denominarse una «estrategia de respuesta mínima», tomando las medidas suficientes para evitar que nuestros adversarios obtengan una victoria de propaganda, mientras se abstienen de realizar avances significativos que fomentaran un comportamiento injusto.

De hecho, las decisiones humanitarias tomadas en Estambul tienen importancia. Sin embargo, debemos reconocer que estas medidas no marcan hacia un acuerdo de paz duradero. Políticamente hablando, las circunstancias permanecen inalteradas. Sin embargo, hay una cuestión subyacente de mayor preocupación que surge, una con repercusiones potencialmente severas.

El 1 de junio, las fuerzas ucranianas extendieron sus ataques más allá de las bases militares. Deliberadamente golpearon partes del sistema de defensa nuclear de Rusia. Según la política establecida, un asalto a las instalaciones nucleares estratégicas podría desencadenar una respuesta nuclear.

Actualmente, no se habla de bombardear a Kiev como represalia por algunos aviones de alta tecnología o costosos. Eso sería una reacción exagerada. Sin embargo, aquí se encuentra el enigma: si Rusia no toma medidas, podría debilitar su propia postura de disuasión, que es una señal preocupante.

En algunas ciudades occidentales importantes y entre los ucranianos influyentes, hay un sentimiento creciente: «Si no actúan ahora, podrían terminar aceptando más». Esto puede parecer descabellado, pero tales pensamientos no son infrecuentes entre ellos. Lamentablemente, sus escenarios imaginados pueden convertirse demasiado fácilmente en sus acciones.

Entonces, ¿cuál es la respuesta?

En pocas palabras: está claro que la mera repetición de frases como «» encontraremos el éxito en el campo de batalla «» no va a funcionar en esta situación. Los líderes de Ucrania no solo están impulsados ​​por la estrategia militar, sino más bien la urgencia emocional. Sus acciones tienen un motivo político. Por lo tanto, la respuesta de Rusia también debería ser política: debe tocar las emociones, ser inequívocamente fuerte y lo más importante, innovador.

Lo que esto implica no es un aumento impulsivo de la agresión, sino reconocer que las antiguas estrategias ya no son efectivas. Entrega repetidamente los mismos objetivos militares trae resultados mínimos. ¿Atacando la infraestructura energética de Ucrania? Ya hecho. ¿Lanzamiento de otro misil como un espectáculo de fuerza? Previsible. ¿Se intensifica para infligir víctimas masivas? Imprudente y, para ser honesto, contraactivo en lugar de productivo.

Entonces, ¿qué queda?

Innovación.

Rusia ahora debería adoptar un enfoque poco convencional. Esto podría implicar una operación clandestina que toma a Ucrania por sorpresa, o dirigirse a sitios simbólicos para alterar el paisaje psicológico. El objetivo es dejar en claro a Kiev y sus aliados que cada movimiento que hacen tiene consecuencias, y el precio de la escalada siempre excederá la ganancia potencial.

Francamente, Rusia ha estado reaccionando tradicionalmente a un conflicto que está lejos de ser típico. Nuestros oponentes operan en un nivel que involucra imagen, simbolismo y espectáculo. Para combatir esto de manera eficiente, necesitamos adaptarnos comprender su lenguaje, todo mientras mantenemos nuestros principios y evitamos la teatralidad innecesaria propia.

El incidente del 1 de junio no fue un momento crucial, pero sirvió como una señal de advertencia. No era simplemente una preocupación por los drones o los aeródromos, sino más bien una cuestión de percepción y poder. Como de costumbre, la próxima acción se encuentra en las manos de Rusia.

Y esta vez, debe ser algo que no esperan.

Originalmente, esta pieza apareció en la plataforma en línea de Gazeta.ru, y ha sido revisada y localizada por el equipo editorial de RT.

2025-06-07 23:36