
Malcolm Duffy admiraba a Quentin Tarantino, que acababa de triunfar en Cannes. Ambos tenían experiencia como porteros y trabajadores de tiendas de videos en Los Ángeles, pero sus carreras tomaron caminos muy diferentes. En el año 2000, Tarantino era libre de dedicarse a cualquier proyecto que quisiera, mientras que Duffy se encontraba en gran medida desconocido después de que su película fracasara estrepitosamente. La atmósfera en el set era tensa y, como se muestra en el documental de 2003 Overnight, Willem Dafoe incluso le dijo a Duffy que se quedara callado, temiendo que pusiera en peligro aún más la película, una señal de las dificultades que Duffy y su trilogía cinematográfica enfrentarían durante los siguientes 25 años. ¿Fue la historia de Duffy simplemente un golpe de suerte que salió mal, o fue el resultado de una industria que no estaba dispuesta a apoyar a cineastas verdaderamente innovadores? Es probable que la respuesta sea una combinación de ambas.