Cruzada criptográfica del presidente de la SEC: los burócratas finalmente descubren Blockchain 🤯

En una muestra de fervor burocrático que rara vez se ve fuera de una fiesta de té particularmente aburrida, el presidente Paul Atkins de la SEC (ese augusto organismo encargado de garantizar que el capitalismo siga siendo lo suficientemente confuso) se dignó aclarar la clasificación de los criptoactivos. Uno imagina el suspiro colectivo de alivio de los financieros que, hasta ahora, se habían visto obligados a navegar por la selva de la especulación no regulada como aventureros comunes.

La prueba de Howey: una sesión legal para contratos muertos

Atkins, con la solemnidad de un hombre que revela un código tributario particularmente tedioso, propuso una “taxonomía simbólica”, un marco tan estructurado que bien podría estar encerrado en caoba victoriana. ¿El objetivo? Distinguir los valores de las materias primas, una tarea más o menos tan sencilla como analizar la filosofía moral de un administrador de fondos de cobertura.

Habló de “principios limitantes” con la convicción de quien acaba de descubrir que las reglas, de hecho, existen. La comisionada Hester Peirce (evidentemente la única voz racional de la SEC) fue elogiada por su enfoque “transparente y económicamente fundamentado”, una frase tan rara en los círculos gubernamentales que bien podría estar escrita en sánscrito.

El discurso del presidente, pronunciado con todo el dinamismo de un boletín parroquial, se centró en tres temas fascinantes: la taxonomía (porque nada excita tanto como el etiquetado), la prueba de Howey (una reliquia legal desempolvada para la ocasión) y las “implicaciones prácticas” para aquellos que tienen la mala suerte de innovar en este atolladero regulatorio.

El perpetuo debate sobre la seguridad: mucho ruido y pocas nueces sobre los tokens

Atkins, con la paciencia de un hombre que explica aritmética a un pez dorado, señaló que no todas las fichas son valores, aunque algunas podrían haberse vendido como tales, de forma muy parecida a cómo un sándwich podría hacerse pasar brevemente por una comida gourmet si se le hubiera fijado el precio correcto. Descartó la idea de que los tokens sigan siendo valores a perpetuidad, una postura tan refrescante como deslumbrantemente obvia.

Los desarrolladores, los intercambios y los custodios (esas pobres almas que intentaban construir sobre arenas movedizas) fueron reconocidos con la simpatía de un hombre que nunca ha codificado en su vida. El “tratamiento general” de las fichas como valores por parte de la administración anterior fue ridiculizado como torpe, una descripción que también podría aplicarse a un borracho que intenta bailar ballet.

Una promesa de claridad (o al menos menos demandas)

Atkins prometió, con la seriedad de un hombre que firma una tarjeta de cumpleaños, que la SEC “complementaría” los esfuerzos legislativos en lugar de reemplazarlos, una forma diplomática de decir: “Interferiremos, pero cortésmente”. Naturalmente, se prometió combatir el fraude, al igual que “orientaciones más claras”, una frase tan confiable como la promesa de campaña de un político.

En un cierre digno de una mediocre charla TED, Atkins declaró que el miedo al futuro no nos “atrapará en el pasado”, un sentimiento tan profundo como inaplicable. Uno imagina a la multitud reunida asintiendo sabiamente antes de volver inmediatamente a sus hojas de cálculo.

2025-11-13 09:07