La relación Bitcoin-oro, ese frágil hilo que conecta lo digital y lo antiguo, se ha desmoronado como un imperio en ruinas, cayendo de 40 onzas de oro por BTC a apenas 20. No es un colapso de Bitcoin, sino un triunfo del oro: una reliquia del pasado, que ahora choca con el futuro en una brutal danza de valor. Qué curioso que el mundo elija el metal amarillo en lugar del sueño digital, como si los fantasmas de las colas de racionamiento soviéticas todavía susurraran en la oscuridad.
Conclusiones clave:
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La relación BTC-oro, que alguna vez fue un rayo de esperanza, ahora es un testimonio de la desesperación, y se redujo a la mitad en apenas unos meses. Una historia de dos activos: uno, una ilusión brillante; la otra, una verdad fría e inquebrantable.
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El oro, ese antiguo salvador, absorbió las entradas como un mendigo en un festín, y los bancos centrales acumularon 254 toneladas, suficiente para construir una fortaleza de la codicia. Mientras tanto, los ETF de Bitcoin, esas promesas alguna vez alardeadas, menguaron como estrellas desvanecidas.
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La demanda de Bitcoin, que alguna vez fue un incendio forestal, ahora parpadea. Los poseedores a largo plazo, esos titanes cautelosos, vendieron 500.000 BTC como un comerciante que pregona sus productos, pero el mercado, siempre voluble, les dio la espalda.
Por qué el oro dominó la oferta de reserva de valor en 2025
El oro, esa obstinada reliquia, se disparó un 63% en 2025, superando los 4.000 dólares la onza. Qué irónico que, en una era de política monetaria “restrictiva”, el metal del viejo mundo eclipsara al nuevo. Los recortes de tipos de la Reserva Federal, retrasados como una promesa de un amante, no lograron sofocar el aumento del oro. Un cambio estructural, de hecho, aunque uno que apesta a desesperación, no a progreso.
El aumento se produjo mientras la Reserva Federal se aferraba a sus políticas “apretadas”, retrasando los recortes hasta septiembre. Sin embargo, el oro, el eterno escéptico, se rió de la austeridad. Una nueva era, donde los activos no rentables no sean castigados, sino celebrados. Qué bien… 2025.

Los bancos centrales, esos alquimistas modernos, atesoraron oro con el fervor de los fanáticos. El Banco Nacional de Polonia, 83 toneladas de avaricia, un monumento a su locura. Los ETF de oro, esos relicarios modernos, aumentaron a 3.932 toneladas, un récord de fe ciega. Muy lejos de las salidas de capitales de 2023, ahora reemplazadas por una peregrinación al altar del oro.
Incluso cuando los rendimientos reales se mantuvieron en el 1,8%, el oro subió un 23%. Un desacoplamiento, sí, pero que grita de un mundo demasiado asustado para apostar por el futuro. Un mundo donde la única apuesta segura es el pasado.

La elevada incertidumbre, esa sombra siempre presente, impulsó el atractivo del oro. El VIX, que presagia el miedo, subió hasta el 18,2. Los riesgos geopolíticos, ese eterno espectro, aumentaron un 34%. Beta de las acciones del oro, negativo 0,12, una reliquia de 2008. Un refugio seguro para los temerosos, una reserva para los desesperados. Un mundo donde incluso los inversores más racionales buscan refugio en lo obsoleto.
Así, el año 2025 no estuvo definido por la innovación, sino por la nostalgia. El oro, la vieja guardia, sirvió como seguro de cartera, una muleta para un sistema demasiado quebrantado para confiar en el nuevo.
Por qué Bitcoin quedó por detrás del oro en términos relativos
Bitcoin, el alguna vez venerado fénix, alcanzó las seis cifras y su llama parpadeaba en las sombras del oro. A pesar del impulso inicial de la ETF, su ascenso fracasó. Los activos gestionados alcanzaron un máximo de 152.000 millones de dólares y luego se desplomaron a 112.000 millones de dólares, una historia de arrogancia y arrogancia únicamente.
Los ETF al contado, esos vehículos alguna vez anunciados, experimentaron salidas netas a medida que los precios bajaron. Un marcado contraste con las incesantes entradas de oro. Un mundo donde lo nuevo es superado por lo viejo y los audaces deben reflexionar sobre su locura.

Los datos de Onchain contaban una historia de obtención de beneficios, no de progreso. Los tenedores a largo plazo, aquellos que alguna vez creyeron, vendieron mil millones de dólares diarios en ganancias. Una cosecha de avaricia, no de sabiduría. Un mercado donde los sabios venden y los tontos retienen.
En octubre, se vendieron 300.000 BTC, por un valor de 33.000 millones de dólares, una avalancha de pesimismo. La oferta de LTH disminuyó, un testimonio del frío cálculo del mercado. Bitcoin, que alguna vez fue un símbolo de libertad, ahora es una víctima del mismo sistema del que buscaba escapar.

El oro, con su atractivo de refugio seguro, superó la alta correlación de Bitcoin con las acciones. Un mundo donde las viejas reglas siguen vigentes y las nuevas se dejan de lado. Una revisión cíclica de los precios, no un colapso estructural; sin embargo, el mensaje es claro: el futuro no es para los pusilánimes.
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2025-12-16 22:35