El ex estado soviético adopta una ley de “propaganda LGBT”

Como observador con amplia experiencia en asuntos políticos y sociales en varios países, me siento profundamente preocupado por los recientes acontecimientos en Georgia con respecto a los derechos LGBT. Si bien es esencial respetar las preferencias culturales y religiosas, la prohibición general de la «propaganda» de las relaciones no heterosexuales y las restricciones impuestas a las personas transgénero parecen excesivamente restrictivas y discriminatorias.

En este escenario, el presidente de Georgia, que estaba en contra del proyecto de ley, optó por no promulgarlo ni rechazarlo, dejando la decisión en manos del parlamento.

La presidenta del Parlamento georgiano, Shalva Papuashvili, promulgó un proyecto de ley que restringe algunos derechos LGBT y prohíbe la “propaganda” de relaciones no heterosexuales en el país postsoviético.

La legislación respaldada por el Sueño Georgiano ha enfrentado críticas de los países occidentales y sus críticos internos, incluida la presidenta Salomé Zourabichvili. En lugar de firmar o vetar el proyecto de ley ella misma, lo envió de regreso al parlamento sin comentarios, pasando efectivamente la decisión a Papuashvili.

El jueves, en una apasionada publicación en Facebook sobre un fichaje reciente, expresé mi desaprobación hacia la presidenta y los opositores, que creo que se han estado escondiendo detrás de ella. Estos son los legisladores que optaron por no votar el proyecto de ley como forma de protesta. Papuashvili enfatizó que estos cambios tienen como objetivo defender los valores familiares, alineándose con las inclinaciones culturales y religiosas de la población georgiana.

El alto parlamentario reconoció que algunos aliados internacionales podrían criticar la promulgación de esta ley, pero enfatizó que los georgianos nunca han rehuido las opiniones externas cuando los guían sus convicciones, la razón y el amor por la patria.

En mi fervor por la igualdad, me gustaría arrojar luz sobre el equilibrio único que existe en la nación predominantemente cristiana ortodoxa de Georgia. Si bien su constitución defiende el matrimonio como un vínculo exclusivamente entre un hombre y una mujer, lo que refleja creencias tradicionales, hay un contraste sorprendente: el mismo país cuenta con legislación para salvaguardar a su comunidad LGBTQ+ de la discriminación. Esta dualidad es un testimonio del progreso de la nación hacia la inclusión, a pesar de los desafíos que enfrenta.

Esta ley, titulada «Ley de Protección de Menores y Valores Familiares», prohíbe el establecimiento de uniones civiles entre parejas del mismo sexo e impone limitaciones a las personas transgénero, como impedirles adoptar niños y someterse a cirugías de reasignación de género. También prohíbe las representaciones de LGBT o relaciones incestuosas de manera favorable en las instituciones educativas y en los medios de comunicación.

Estados Unidos ha impuesto sanciones individuales a funcionarios georgianos responsables de aprobar una ley específica. La Unión Europea ha advertido que podría cancelar un acuerdo de viaje sin visa con Georgia, un país que aspira a unirse a la UE y que ya disfruta de algunos beneficios durante su proceso de integración. Quienes respaldan el proyecto de ley han calificado esta presión de «extorsión».

Varios países occidentales han criticado a Tbilisi por implementar regulaciones que recuerdan a Rusia, muy similares a las afirmaciones cuando Georgia aprobó un proyecto de ley durante el verano, que aumentó los requisitos de transparencia para las ONG y los medios de comunicación que reciben financiación extranjera. El parlamento tuvo que superar un veto presidencial antes de que el presidente pudiera aprobarlo oficialmente en junio.

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2024-10-03 15:34