Olvídese de Los Soprano: la verdadera obra maestra de HBO es el western con 92% RT de Timothy Olyphant

A partir de 2004 y con una duración de tres temporadas convincentes, *Deadwood* cuenta la historia de cómo tomó forma la civilización por primera vez. El programa examina las raíces del derecho y la política en el comercio, y la lucha constante entre la moralidad y el interés propio. Ambientada en la frontera estadounidense, retrata un duro paisaje donde la violencia y la cooperación van de la mano. A través de la cruda realidad de un pueblo minero sin ley, *Deadwood* demuestra cómo la gente construye orden a partir del caos, una palabra y un acuerdo a la vez.

Cuando la gente habla de la época dorada de la televisión de HBO, normalmente vienen a la mente programas como *Los Soprano* y *The Wire*, y con razón se consideran clásicos. Pero *Deadwood* es incluso mejor. Presenta un mundo más desordenado y moralmente más gris con un gran alcance literario. El creador David Milch construyó un mundo único donde la forma en que la gente habla es casi como poesía, e incluso el lenguaje duro parece artístico. Los personajes, como Seth Bullock de Timothy Olyphant, Al Swearengen de Ian McShane y Alma Garrett de Molly Parker, no son sólo individuos, sino que representan figuras descomunales: el agente de la ley, el forajido y la mujer independiente. Cada conversación en Gem Saloon se siente como una lucha por definir lo que significa ser civilizado. Lo que realmente diferencia a *Deadwood* de otros grandes programas de HBO no es sólo que está ambientado en el Viejo Oeste, sino lo mucho más profundo que explora temas complejos.

Después de volver a ver Deadwood, me di cuenta de que era la verdadera obra maestra de HBO

Entre los dramas aclamados de HBO, *Deadwood* a menudo parece una joya pasada por alto. Si bien elogiado y amado por la crítica por una base de fans dedicada, no ha logrado el mismo reconocimiento generalizado que programas como *Los Soprano* y *The Wire*. Sin embargo, revisar la serie ahora revela su importancia central para la programación innovadora de HBO. *Los Soprano* profundizaron en la psicología personal, y *The Wire* examinó cuestiones sistémicas, pero *Deadwood* explora la base misma sobre la que descansan ambas: los comienzos caóticos de la ley y el orden. Ambientada en 1876 en el territorio de Dakota, la serie muestra una ciudad sin ley durante la fiebre del oro donde buscadores y empresarios acuden con sueños de fortuna. Sin presencia gubernamental, Deadwood opera con una cruda ambición, impulsada por acuerdos, intimidación y negociaciones secretas. Seth Bullock, un ex agente de la ley, intenta hacer justicia en un lugar que la rechaza, mientras que Al Swearengen, el dueño de la taberna que efectivamente dirige la ciudad, aprovecha el caos no por crueldad, sino como un medio de supervivencia.

Lo que hace que *Deadwood* sea único es su estilo y atmósfera distintivos. El creador David Milch escribe menos como el típico escritor de programas policiales y más como un novelista apasionado. Construye el mundo a través del lenguaje: la forma en que los personajes discuten, amenazan e incluso maldicen da forma a las reglas y valores de la ciudad. El diálogo, conocido por su lenguaje fuerte, tiene una cualidad poderosa, casi musical, como versos de Shakespeare mezclados con jerga del Lejano Oeste, expresado de manera espontánea. Esto crea una sensación de realismo descarnado, como si estuvieras viendo cómo se construye una sociedad desde cero.

A lo largo de la serie, cada personaje revela un lado filosófico oculto. Swearengen sopesa constantemente los riesgos y recompensas del poder, Bullock lucha con la idea de justicia e incluso personajes secundarios como Calamity Jane y Trixie expresan su profundo sentimiento de desesperación a través de un lenguaje duro. El programa transforma el diálogo valiente en algo casi poético, ofreciendo una perspectiva más amplia que la mayoría de los otros dramas de HBO de la época. Mientras *Los Soprano* profundiza en las mentes de los criminales y *The Wire* examina el funcionamiento de la sociedad, *Deadwood* explora los comienzos mismos de la energía primaria, a menudo impactante, que en última instancia crea el orden.

La mezcla de blasfemia y Shakespeare de David Milch

La escritura de David Milch eleva a *Deadwood* más allá del típico western, creando una obra que se siente como una pieza literaria. El famoso lenguaje duro y detallado del programa no es sólo para lograr efecto; Es parte integral de la historia y explora temas más profundos. Habiendo creado previamente *NYPD Blue*, Milch no se limita a escribir diálogos, sino que se sumerge en ellos. Los críticos suelen describir el lenguaje como “blasfemia operística”, pero la estructura del programa se parece más a Shakespeare que a un western tradicional. Los largos discursos de Al Swearengen hacen eco del estilo dramático de obras como *Macbeth* o *Ricardo III*. Pronuncia estos discursos desde lo alto del salón como un rey destronado, dirigiéndose a seguidores invisibles mientras intriga y conspira. Estos monólogos oscilan entre la vulgaridad y una ternura sorprendente, revelando un personaje igualmente capaz de crueldad y autoconciencia. Cuando contempla la naturaleza del poder (cómo incluso los opresores deben depender de la cooperación) revela la idea central del programa: la civilización se construye sobre compromisos confusos. Milch combina magistralmente el crudo realismo de la frontera con la cadencia poética del verso isabelino, haciendo que estos discursos parezcan auténticos y grandiosos.

Jurar nivela el campo de juego. Es un lenguaje universal nacido de las dificultades, que borra las diferencias de origen. Tradicionalmente, los westerns se centraban en la acción, dejando que los hechos de los personajes hablaran por sí mismos. Pero *Deadwood* cambia esa idea. Sus héroes construyen una comunidad no a través de la violencia, sino dominando el lenguaje, negociando y ofreciendo perdón. Cada acuerdo, admisión e incluso maldición contribuye a los frágiles cimientos de su sociedad. A través de su diálogo, *Deadwood* transforma el western de una simple historia de conquista a una exploración más profunda de cómo el lenguaje mismo permitió domesticar a Occidente.

Cada personaje lucha por el orden

Deadwood emerge de la miseria y las calles embarradas simbolizan la lucha de la humanidad por superar su naturaleza violenta. Los personajes encarnan diferentes aspectos de esta lucha por un mundo mejor. La interpretación de Timothy Olyphant de Seth Bullock muestra a un hombre que hace cumplir la ley no para crear paz, sino simplemente porque es su naturaleza. Choca constantemente con el enfoque práctico de Al Swearengen, pero son dos caras de la misma moneda: ambos utilizan la violencia para crear orden y ambos reconocen que el orden a veces tiene que ceder. Su difícil asociación, basada tanto en el derramamiento de sangre como en el respeto mutuo, constituye la brújula moral central del programa.

El programa también presenta personajes que crecen y cambian, reflejando un desarrollo moral dentro del campo rudo. Trixie, una mujer que trabaja como prostituta y cercana a Swearengen, lucha por su dignidad en un mundo que la ve sólo como un cuerpo. Su relación con el banquero Sol Star ofrece una delicada oportunidad de una vida mejor. Calamity Jane, a la vez cruda y de buen corazón, encarna las contradicciones de la frontera: la valentía nacida de las dificultades y la empatía que surge de la desesperanza. El viaje de Alma Garrett de una viuda afligida a una mujer de negocios capaz muestra cómo asumir la propiedad puede poner orden en el caos, de manera más efectiva que cualquier ley. Si bien la ciudad nunca escapa realmente a su sombría realidad, el espectáculo la supera. Cada acuerdo hecho, cada confianza rota y cada acto de bondad demuestra la persistente necesidad de la humanidad de construir algo duradero, incluso cuando está rodeada de decadencia.

Por qué Deadwood todavía vence a los gigantes de HBO

Si bien le siguieron muchos programas de HBO, ninguno igualó el impacto de *Deadwood*. *Game of Thrones* a menudo priorizaba el impacto sobre la emoción genuina, y *Boardwalk Empire*, a pesar de sus impresionantes imágenes, carecía de una narrativa consistente. *Deadwood*, sin embargo, mantuvo una clara visión artística en todo momento. Respetó a sus espectadores, permitiendo que la historia se desarrollara con matices y encontrando belleza en lugares inesperados. Esta moderación es lo que lo hizo tan poderoso. La cancelación del programa después de solo tres temporadas no hizo más que aumentar su estatus legendario, lo que demuestra que David Milch priorizó la integridad artística sobre las exigencias comerciales, dejando a *Deadwood* como un ejemplo duradero de trabajo brillante e inacabado.

La película de 2019 se siente menos como una conclusión triunfante y más como una reflexiva despedida. Los miembros restantes del elenco original se reúnen para un conflicto final, y el paso del tiempo demuestra ser el desafío máximo. Lo que hace que la película sea especial es su tranquila belleza, que contrasta marcadamente con la grandilocuencia que a menudo se encuentra en los finales de temporada de otros programas aclamados. En lugar de una victoria clara, la historia termina con una sensación de aceptación y compromiso, lo que sugiere que la ciudad (y tal vez incluso el país) finalmente está reconociendo sus propias complejidades. Muchos críticos ahora reconocen a *Deadwood* como un pionero de la narración moralmente gris que se ha vuelto tan común en la televisión. Su impacto se puede ver en programas como *Game of Thrones* con su intriga política, la moralidad ambigua de *Breaking Bad* y el diálogo distintivo de *Succession*.

Revisar *Deadwood* revela que es una historia fundamental de cómo contamos historias hoy. A través del crudo mundo de su ciudad, el creador David Milch construye una poderosa analogía de la experiencia humana: la sociedad como fuerza de voluntad, la comunicación como medio para mantenerse con vida y la bondad como acto de rebelión. El espectáculo sigue siendo convincente no porque sea perfecto, sino porque lidia con la dificultad inherente de crear orden. Sus personajes (Bullock, Swearengen, Trixie y Alma, entre otros) encarnan la tensión constante entre nuestros instintos básicos y nuestras aspiraciones de algo mejor, entre lo primario y lo virtuoso dentro de cualquier comunidad.

En una época en la que muchos programas de televisión de alta calidad suelen depender del valor impactante, *Deadwood* es notablemente sutil, inteligente y confía en su audiencia. Evita el sensacionalismo, centrándose en cambio en cuestiones éticas complejas y elige momentos tranquilos en lugar de exhibiciones llamativas. Incluso ahora, veinte años después, *Deadwood* se siente adelantado a su tiempo: presagió la profundidad y complejidad que se vieron más tarde en programas como *Los Soprano* y *The Wire*, representando la chispa inicial de un deseo de orden dentro del caos.

2025-10-09 13:38