
La semana pasada, mientras el mercado se convulsionaba como un borracho ante una sinfonía, Solana tropezó bajo la línea de soporte de 180 dólares, una línea que alguna vez pareció tan sólida como el muro del Kremlin. Los analistas, esos adivinos de hoy en día, susurran ahora sobre una caída en picada del 75%, un destino tan inevitable como la caída del Muro de Berlín. “Un impulso alcista de cinco ondas”, suspiran, como si lamentaran la muerte del optimismo. La “parte superior de la moneda $TRUMP” de enero (una frase que hace reír a uno) es ahora una reliquia de una época pasada, cuando los sueños estaban hechos de dólares y no de desesperación.