
He aquí Zcash, ese antiguo centinela del anonimato, nacido en el mundo con los fríos vientos de octubre de 2016, muy parecido a un niño de tiempos turbulentos, forjando caminos a través del desierto digital. En los albores de este mismo octubre, languidecía por debajo de los ochenta dólares, un príncipe pobre en la corte de los reyes; pero luego, en un crescendo de valor, aumentó un 375%, ascendiendo a trescientos ochenta en la víspera de Todos los Santos, destronando así a Monero, el antiguo monarca, para reclamar el trono del dominio del mercado. Los gobiernos, siempre entrometidos en los intrincados asuntos de la humanidad, consideran decretos como el “Control de Chat” de la Unión Europea, una propuesta tan absurda como obligar a un lobo a pastorear ovejas, obligando a escanear susurros cifrados. Mientras tanto, Meta, ese gigante insaciable, vuelve a deleitarse con los datos europeos para su progenie de IA, como si los propios dioses consideraran la vigilancia como un derecho divino. En medio de este crescendo de preocupación, las tecnologías de privacidad resurgen, no como meras herramientas, sino como escudos contra la mirada implacable -¡oh, el sarcasmo del progreso, donde gritamos libertad mientras las cadenas suenan! 😏